Luis Muñoz Sáez: “Para mí la universidad son los alumnos”
En abril de 2018, Luis Muñoz Sáez fue distinguido por sus 50 años al servicio de la institución como académico del Departamento de Ingeniería Eléctrica y Electrónica de la Facultad de Ingeniería. Su trayectoria como docente media jornada en la UBB y su destacado aporte en diversas empresas nacionales forman parte de una vida con muchos recuerdos, que atesora y agradece a sus 83 años de edad.
Luis Muñoz Sáez nació en Concepción en 1935, con una infancia que recuerda con cariño junto a su madre Elba, quien realizaba labores de modista, y a su padre Alejandro, cobrador en carros del tranvía que corría de Concepción a Talcahuano, por el “camino de los carros”, como se conocía en esos años. Luego, su padre comienza la carrera como marino, lo que implica el traslado de la familia a Valparaíso donde el pequeño Luis vive su infancia con un primo 5 meses mayor que él, Jorge, que fue criado por sus padres y se convirtió en su hermano mayor. Ya con 10 años, llega su hermana Nancy, a quien cuida para apoyar a su madre en las labores de la casa.
La vida en Valparaíso era tranquila, sin ostentaciones ni consumo, subraya. Sus primeros años realiza la educación parvularia en el Asilo Santa Ana. Luego, se traslada a vivir al Cerro Cordillera, donde comienza a jugar fútbol con los amigos y donde más de una vez el tranvía le destruyó la pelota, dice sonriendo.
Sus estudios continúan en los colegios San Pedro Nolasco y Salesiano, en ambos destaca por su rendimiento académico, especialmente en matemática. En este periodo también se define como católico practicante, lo que lo lleva a desarrollar actividades de acólito.
Al ingresar a la Universidad, sus méritos académicos lo llevaron a ser uno de los diez jóvenes seleccionados para estudiar Ingeniería Civil Electricista en la Universidad Técnica Federico Santa María de Valparaíso. “Realizar estudios universitarios y lograr ser seleccionado en la universidad más prestigiosa del país era todo un honor. Sólo existían diez cupos a nivel nacional por carrera, en esos años se impartían las ingenierías civiles en Electricista, Química, Mecánica y Construcción Civil, que sólo tenía seis cupos”.
Del año 55 al 60 sus días pasaban entre libros y las actividades deportivas de la universidad, especialmente fútbol y tenis de mesa, aunque también tuvo que practicar básquetbol, “porque la universidad estaba inscrita en la Asociación Valparaíso de Básquetbol, entonces tenía que tener un equipo de honor, uno de primera, de tercera y dos de cuarta. Como éramos pocos, todos teníamos que participar. Mi curso se hizo cargo de una cuarta de básquetbol, así que jugué dos temporadas”.
Al titularse obtuvo el segundo lugar por su excelente rendimiento académico. Ya como destacado profesional consigue su primer trabajo en el Departamento de la Nasa de la Universidad de Chile, en Antofagasta, donde trabajaba en el funcionamiento de rastreo de los satélites, comprobar que estuvieran en la órbita correcta y la mantención del equipo. Ahí estuvo junto a su amigo Fernando Alarcón Salinas.
Dos años más tarde, en 1963, vuelve a la zona tras aceptar trabajar en la Compañía Acero del Pacífico (CAP) en Talcahuano, donde cumple funciones en la Oficina de Ingeniería Eléctrica, hasta 1965.
En marzo de ese año conoce a María Elisa Parra, con quien se casa y se convierten en padres de Vanesa Soledad. El camino laboral también le imponía un nuevo desafío al trasladarse a Lota para desempeñarse como Jefe de Sección Eléctrica en la Empresa Nacional del Carbón (Enacar), llegando a ser Superintendente de Ingeniería de Minas, cargo que desempeña hasta 1973.
En su vida laboral, explica, siempre estuvo pendiente de lo que ofrecía el mercado para desarrollarse profesionalmente y tener una mejor situación económica, por eso nunca dejó de enviar sus antecedentes para postular a nuevos trabajos que fueran de su interés. Consejo que hasta el día de hoy da a los jóvenes profesionales que le toca formar.
De 1973 a 1999 es contratado como Subgerente de Ingeniería y Mantención en la empresa Inchalam, donde finalizó su función como Asesor Técnico de Contrato a Honorario, hasta el año 2000.
Hoy su vida trascurre junto a su compañera Lina Rodríguez, profesora que conociera a hace más de 20 años y su familia.
La docencia
Sus primeros pasos como docente los da cuando aún estaba en el último año de su carrera en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y en la Escuela de Ingeniería Naval de Viña, donde dictaba las asignaturas sobre protecciones de sistemas eléctricos y electricidad a bordo, respectivamente.
Luego de un breve paso por la Universidad de Concepción, en 1968 ingresa a la Universidad del Bío-Bío a realizar clases a los estudiantes de Ingeniería de Ejecución en Electricidad. “Era en las tardes, luego del trabajo, los alumnos del programa diurno aceptaban que le hiciéramos clase más tarde. Desde ahí no he parado, nunca he dejado de ejercer la docencia e incluso llegué a ser director de la Escuela de Ingeniería de Ejecución en Electricidad durante 12 años”, señala.
Complementar su trabajo en las diversas empresas donde se desempeñó con el rol de profesor en la UBB no fue tarea fácil, sin embargo, su pasión por la academia lo hizo permanecer para trasmitir su experiencia a los estudiantes. “Para mí la universidad son los alumnos, incluso aquí tengo colegas profesores que fueron mis alumnos como Osvaldo Reinoso, con quien he creado vínculos profesionales y personales. Cuando me encuentro con exalumnos me quedo con esa sensación de que no pasé en vano”, confiesa.