Aunque advierte que es un trabajo prácticamente sin descanso, se siente orgulloso de estar a cargo de la seguridad del Campus Concepción. Ingresó a la UBB en 1997 y desde entonces recorre diariamente la sede penquista y reconoce a funcionarios, académicos y estudiantes, que generalmente recurren a él ante cualquier incidente.

Infancia y juventud

En su primera comunión, junto a su hermano mayor, Johnny.

Nació en Valdivia, en 1961, y tuvo una infancia como la de muchos niños hasta que su padre, Juan Octavio Caurapán, operador de motoniveladoras de Vialidad, militante del Partido Comunista, fue detenido poco después del golpe de Estado, en 1973. A partir de entonces su vida en Río Bueno, cambió para él, su madre, Fresia Salamanca, dueña de casa, y sus cuatro hermanos -entre ellos una mujer-. A los 12 años, debió comenzar a trabajar, trasladándose cada mañana en bicicleta hasta la carretera para vender el diario en el Cruce Los Tambores, mientras terminaba sus estudios en el liceo local.

Siguiendo el interés que desde chico sentía por los temas militares, a los 18 años se enroló en el Ejército y partió a Porvenir, Tierra del Fuego, a cumplir con el servicio. Pero la historia de su padre y otros familiares, también participantes activos del PC, motivaron la desconfianza de sus superiores y debió abandonar su sueño, no sin antes haber estado detenido unos días mientras se le interrogaba.

De Gendarmería a la seguridad privada

En 1982, ingresó a la Escuela de Gendarmería, para luego desempeñarse en las penitenciarías de Santiago y San Miguel, hasta donde llegaron también las sospechas por la experiencia familiar. Ello, sumado a su rechazo a soportar el trato abusivo de algunas jefaturas, según cuenta, le hicieron retirarse de la institución en 1987.

Se incorporó entonces al área de la seguridad privada, trabajando en distintas empresas. Regresó a Osorno en 1989 y un año tarde más tarde, se trasladó a Concepción. En 1997, mientras era jefe de seguridad del local de una gran tienda en el mall Plaza del Trébol, se enteró de que la Universidad del Bío-Bío andaba en busca de quien se hiciera cargo de la seguridad del Campus Concepción.

Los problemas son los mismos

En esa época, recuerda, las instalaciones y actividades universitarias eran más reducidas y quienes conformaban el equipo de vigilancia eran parte de la institución. Desde entonces, las edificaciones, estacionamientos y el número de alumnos, funcionarios, vehículos y visitas, así como las actividades universitarias, se fueron multiplicando gradualmente hasta triplicarse, calcula. El servicio de seguridad se externalizó y a él le corresponde desde entonces actuar como nexo entre la Universidad y los supervisores externos de los 60 guardias que, por turnos, se encargan de la vigilancia de la sede penquista.

Advierte, no obstante, que “las problemáticas son las mismas”. La mayor parte de los incidentes son hurtos, muchas veces a causa del descuido del afectado, a pesar de que actualmente existe mayor conciencia sobre el autocuidado, precisa. La comunidad está aprendiendo y asume que muchas veces somos vulnerables al delito porque nosotros mismos nos ponemos en condición de vulnerabilidad, reflexiona.

La seguridad nunca es absoluta

En un curso de motorista.

Frente a eventos masivos, que hasta hace algunos años contaban con la autorización de las autoridades universitarias, la seguridad se refuerza y se coordina con Carabineros, el Cuerpo de Bomberos, servicios de salud y otras instituciones de apoyo para emergencias propias de encuentros multitudinarios. Para las protestas y manifestaciones, en tanto, señala que la labor de los guardias se enfoca en colaborar con la evacuación del Campus cuando se suspenden las actividades y en cuidar el patrimonio institucional, de acuerdo con protocolos establecidos.

Aunque evita relatar alguna situación de peligro que le haya tocado vivir, enfatiza que el riesgo está presente todos los días. La seguridad es siempre relativa, nunca absoluta. Es una tarea permanente, que no le permite desconectarse, sostiene. Funcionarios y estudiantes recurren a él ante cualquier emergencia y aun después de terminada su jornada de trabajo, constantemente recibe llamadas de los supervisores que requieren de su asesoría.

Reconocimiento de los pares

Yo vivo para mi trabajo, sentencia. Hay que conocer muy bien el Campus, recorrerlo cada día, reconocer a funcionarios y estudiantes, añade. Al igual que para la inundación de la sede, para el terremoto de 2010, la vigilancia se mantuvo. Nuestra labor se centró en la protección de las instalaciones, lo que luego se facilitó con la presencia de los militares que recibimos, recuerda.

Para el cumplimiento de sus tareas, ha realizado cursos y otros programas de capacitación y perfeccionamiento en universidades y otros organismos locales. Asimismo, forma parte de la red de personal de seguridad de instituciones de educación superior que se generó a partir de estas instancias. Con satisfacción, confiesa que goza de reconocimiento entre sus pares. Es el encargado de seguridad con mayor antigüedad del grupo y su experiencia es valorada y su voz escuchada, explica. A través de esta red, se organizan charlas y seminarios de actualización. Además sostienen reuniones periódicas con Carabineros y la Policía de Investigaciones.

Privilegio y orgullo de ser UBB

En el sur, con su madre y su hermana Julia y sus hermanos Johnny y Henry, ambos a la derecha.

Se declara de pocos amigos y sus momentos de descanso los dedica a estar con su pareja y su hijo Alejandro Sebastián, de 22 años, que tuvo con la esposa de la que se divorció hace varios años. En las vacaciones, viaja a la casa de su madre y visita a sus hermanos y familiares, que siguen viviendo en Osorno. Somos bien unidos, indica.

En la Universidad, dice mantener relaciones afectuosas con académicos, administrativos y, especialmente, con los alumnos. Aunque se considera serio y de sonrisa mezquina, el trato con los estudiantes le resulta cercano. Con algunos funcionarios, sin embargo, las cosas a veces se complican. Algunos no hacen caso a los guardias porque desconocen los protocolos, asevera.

Con todo se siente satisfecho con lo que hace. Asumir este cargo en la Universidad del Bío-Bío fue para mí un desafío. Me siento privilegiado de trabajar en la UBB y orgulloso de estar a cargo de la seguridad de esta gran institución, que llevo por 22 años, concluye.