Daniel Camousseigt Vera: Impulsor de la halterofilia regional
Daniel Camousseigt Vera (71) ha sido reconocido a nivel regional como uno de los impulsores de la Halterofilia, o levantamiento de pesas, desde el Departamento de Actividad Física, Deporte y Recreación de la sede Concepción de la Universidad del Bío-Bío, cuando llegó, en 1994.
Historia familiar
Nació el 26 de septiembre de 1948, en Valparaíso. Su primera infancia reside en Villa Alemana junto a sus padres Bernardino, médico del Hospital Naval de la zona y su madre Silvia, asistente social del Sanatorio de Peña Blanca, y sus dos hermanos, Iván y Marcelo. A los siete años se muda con su madre y sus dos hermanos a la casa de sus abuelos maternos, en Estación Central, Santiago. “Al principio creímos que sería el viaje que hacíamos habitualmente, pero nos llamó la atención que llevábamos hartas maletas. Pasó el tiempo y finalmente asumimos que mis papás estaban separados. Mi madre le compró parte del terreno a mi abuelo para construir nuestra casa”.
Creció al alero de un pueblo pequeño, donde todo estaba cerca, por lo que mudarse a Santiago fue un choque grande, “perdimos esa seguridad de un pueblo pequeño. Para llegar al colegio (Alianza Francesa) teníamos que levantarnos a las 6:30 horas. La enseñanza media la realizó el Liceo de Aplicación, vinculado al deporte. Fue seleccionado de jabalina y fútbol, “era bastante desordenado, eso me ayudó porque varias veces quisieron expulsarme” –ríe-.
Su abuelo, Marco Antonio Vera, uno de los fundadores del equipo de fútbol Colo-Colo, fue quien ofició las veces de padre para él y sus hermanos, además quien le inculcó el amor al deporte. Los llevaba todos los fines de semana al estadio y a la piscina a nadar. Además en el patio, les construyó un equipamiento para que entrenaran.
Al salir del liceo cuenta que no sabía que estudiar, le gustaba el deporte, pero en ese tiempo no era opción. Estudió Química General en la Universidad Técnica del Estado, pues reconoce que tenía buena memoria, “pensé que me iría bien, error” –exclama-. Competía por la Universidad en la rama de atletismo, donde aquél profesor le aconsejó dejar la química y estudiar Educación Física. Volvió a dar la prueba y entró a Educación Física en la Universidad de Chile.
Estaba en segundo año de la carrera en 1973 cuando se cerró, reabriéndose en marzo del año siguiente. Los cambios radicales que hubieron no le agradaron por lo que decidió radicarse en la isla de Chiloé, viviendo con la familia de un amigo de la universidad, “estar allá en invierno al principio es bonito, pero luego se vuelve tedioso y afecta el no poder ver el sol en más de un mes”.
Inicios en la halterofilia
Estuvo cerca de tres años en la isla hasta que decidió volver a Santiago a terminar la carrera. En ese entonces había llegado un entrenador cubano, Iván Román, quien empezó con la halterofilia, “fui a ver de qué trataba y me gustó de inmediato”. Fue campeón nacional por dos años consecutivos, en 1978 y 1979, aunque reconoce que en aquél entonces la disciplina no tenía el grado de competitividad que tiene actualmente. Posteriormente, comenzó a desarrollarse como técnico y a trabajar con la Federación de Levantamiento de Pesas, participando de campeonatos internacionales.
Estaba becado por fútbol y atletismo, además hacía clases de halterofilia, lo que le permitía arrendar un departamento con amigos. En 1981, al terminar la carrera, hizo clases de educación física en la Universidad Gabriela Mistral. En ese entonces un colega y amigo que estaba ligado a la selección de básquetbol de Ancud, le propuso que se instalaran con un gimnasio en esa zona. Pensó que como estaba mayor sobrellevaría mejor el clima, pero no fue así, además el emprendimiento no surtió efecto porque en ese tiempo la gente de la isla no estaba preocupada del físico.
Vínculo con la UBB
En el 1991, con escasos recursos, después del emprendimiento fallido, decidió contactar a su amigo y colega, Rafael Oyarzún, académico de básquetbol de la UBB en aquél entonces, quien le acogió en Concepción. En 1994 le propone al profesor Francisco Pino el taller de halterofilia, “con un par de alumnos interesados, más el apoyo del taller de mecánica, construimos las primeras pesas e implementos. Sumado a eso hicimos presentaciones de la disciplina en diversos colegios de la Región para difundir y así comenzó a entusiasmarse más gente”.
En la Región, la Universidad del Bío-Bío fue la primera en tener halterofilia. “Además el año 2000 organizamos el primer Nacional Universitario de la disciplina, donde participaron 30 alumnos. En el último Nacional, que se desarrolló en Valparaíso, compitieron 160 deportistas de 12 universidades. Este es un deporte que llegó para quedarse”.
Antiguamente se pensaba que las pesas producían lentitud y lesiones, problemas de crecimiento, entre otros males, “actualmente la ciencia nos ha dado la razón, pues está comprobado científicamente que eso no es así”.
Futuro y proyección
Con su semblante tranquilo y risueño en más de una hora de entrevista repasa su historia de vida, fiel imagen a su personalidad, reconoce que no busca reventarse haciendo clases para tener otro estándar de vida, “tengo el hábito de dormir siesta y eso no lo voy a tranzar. Además dedicarme a la halterofilia nunca lo he sentido como se conceptúa el rigor del trabajo, como algo tedioso, muy por el contrario, lo disfruto mucho. Tampoco me he puesto muchas ambiciones, ando en micro hace muchos años y no sacrificaré mi siesta por un auto o un bien económico. Me crié en otra época, por tanto no siento que sea un éxito el lograr más cosas materiales”.
Actualmente, vive con su pareja, María Cristina Montiel, con quien ya había pololeado entre 1986 y 1988, reencontrándose en 2007. No se casó ni tuvo hijos, pero tiene una buena relación con el hijo de María Cristina, quien está aportas de egresar de Derecho, “no tuve que cambiar pañales”, -ríe-. La pareja actualmente vive en Andalué, cerca al Colegio Alemán.
Además de las clases de halterofilia en la UBB, está contratado por el IND a cargo del Centro de Entrenamiento Regional de Concepción, por lo que imparte clases en el Cendyr Náutico de San Pedro de la Paz. “Para poder captar alumnos hay que crear ambientes gratos, y eso es lo que hago. Cuando uno hace las cosas bien, con esa emocionalidad, el alumno permanece”.
Como pasatiempo lee y sale a trotar con María Cristina, no tanto por gusto, sino para mantener una mejor calidad de vida. Además se proyecta en la halterofilia el mayor tiempo posible, pues afortunadamente es algo que le apasiona y lo hace notar. Aunque reconoce que cuando empezó en esto, la primera vez que levantó una pesa, no pensó que en aquello se dedicaría el resto de su vida, pero hoy indudablemente hablar de él es pensar en halterofilia.